Dios te salve de mí
Dios te salve de mí
que no tengo la gracia
ni el perfecto gemir entrecortado del suspiro
que tienen las muchachas tristes
hechas de soledad para frotar la piel de la tragedia.
Dios te salve de mi
que no venero al Sísifo
y amo la poesía de Rosario
pero odio su torpeza en el suicidio.
Dios te salve de mí
que no tengo descanso
para buscar tu nombre
en los suburbios improvisados de la noche
y repaso boleros como decir consignas
-como rezar a ciegas padrenuestros-
antes de echar el último vistazo
sobre el foco amarillo de mi cuarto.
Dios te Salve de mí
que sueño caracoles
y túneles secretos entre San salvador y Garibaldi
para llegar a ti bajo rumores
en sábanas de sal
y abrazos de silencio.
Dios te salve de mí
que creo en el horóscopo
y le juego a la grande cada viernes
y decido mi sueño en los semáforos
cuando espero la luz de tu recuerdo.
Dios te salve de mí
que soy un vaso de agua
en medio de cascadas y gotas de roció
y llenas de rubor
continuamente
me tiene sin cuidado pasar inadvertida
si a cambio de glamour
requisarán mis versos
en bien de las palabras en voz alta
o apagarán mi rabia
en pos de las imágenes exactas.
Dios te salve de mí
que no hago ruido
cuando lleven los pasos de la audiencia
pero abundo en excesos
cuando veo tus ojos de reclamo
o camino tu boca de arrepentimiento.
Dios te salve de mí
si acaso llega a desatarme el nudo
si no me olvida con este amor a cuestas
si me convence de no tejer la espera
si mañana me absuelve la condena
de beberte el sosiego
sin salvación posible.
Dios
Dios te salve de mí
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