martes, 31 de enero de 2012

अकुइलेस मोंतोया--AQUILES

Lunes, 30 Enero 2012

EL NECIO

Julia Evelyn Martínez (*)
Será que la necedad parió conmigo,
la necedad de lo que hoy resulta necio:
la necedad de asumir al enemigo,

la necedad de vivir sin tener precio.
Silvio Rodríguez


SAN JOSÉ VILLANUEVA - Aquiles Montoya vivió como murió: intolerante con los pendejos, los malos y los mediocres; amado y odiado; sin ceder en nada en su lucha contra el capitalismo, y sobre todo, sin perder la esperanza de que es posible y necesario construir en este mundo una sociedad alternativa y mejor a esta.

Este año se cumplirían 30 años de mi primer encuentro con Aquiles Montoya y del inicio de la intensa y apasionada vida que compartiríamos juntos, primero como su alumna, después como su ayudante de cátedra y de investigación y luego como su amante, su amada, su compañera intelectual y la madre de tres de sus cinco hijos e hijas.

Estuvimos juntos en las buenas, en las malas, y en las peores. Tuve el privilegio de acompañarlo en sus momentos de éxtasis y en sus momentos de frustración y de agonía, de escuchar sus confidencias y de opinar sobre las ideas inéditas de sus principales ensayos y trabajos teóricos (subsunción indirecta del trabajo en el capital, la sobre explotación, la economía solidaria) pero sobre todo, tuve el privilegio de compartir con Aquiles los grandes momentos que hacen que la vida valga la pena de vivirla. Estuve a su lado cuando nuestro primer hijo, José Ernesto, ante nuestros atónitos ojos aprendió a montar en bicicleta sin la ayuda de nadie. Cuando Héctor, nuestro segundo hijo, se convirtió en el indiscutible campeón de ajedrez de la liga familiar de la Casa Montoya, después de derrotar a Aquiles en tres sucesivas e impecables partidas. O cuando hace apenas dos meses con nuestras mejores galas, escoltamos a nuestra preciosa hija Isabel a recoger su diploma de bachiller del Externado y nos vimos en el aprieto de participar en un acto protocolario que nos era tan extraño y ajeno.

No es la intención de este escrito escribir la reseña completa del legado teórico y humano de Aquiles Montoya, eso lo dejaré para cuando mi ánimo no esté tan atribulado y la razón se imponga al sentimiento, pero si me gustaría compartir en esta oportunidad, tres momentos especiales de las últimas 24 horas de su vida

El jueves 26 por la tarde me pidió que le leyera la página de Opinión Estudiantil del COLATINO en donde dos de sus jóvenes estudiantes, habían publicados sendos artículos con denuncias criticas y puntuales sobre el enfoque y la ética institucional de la UCA.

Como algunos/as sabrán, Aquiles fue notificado el pasado mes de diciembre por las autoridades de la UCA, que después de 30 años de dedicación completa e integral a esta casa de estudios, sus servicios ya no serían requeridos más, debido a su edad (68 años), para dar oportunidad a profesionales más jóvenes. Se le dio la opción de re contratarlo a medio tiempo por servicios profesionales a partir de de marzo de 2012, lo que significó que quedo desempleado a partir de esa fecha. Esta noticia sumió a Aquiles en una profunda melancolía, de la cual no pudo recuperarse, y de la que salía esporádicamente cuando publicaba sus columnas en CONTRAPUNTO, y sobre todo, cuando debatía (y a veces peleaba) con los detractores o críticos del marxismo y/o de la economía solidaria.

Después de leer los mencionados artículos de Opinión Estudiantil, Aquiles se rió a carcajadas, y me pidió que le recordara que tenía que llamar a estos estudiantes para felicitarles por su excelente y valiente postura: “Con chavos así, hay esperanzas en este país de mierda”, me dijo en su proverbial e irreverente lenguaje. No tuvo tiempo ya de hacer esa llamada.

Ese mismo día por la noche, en mitad del insomnio que desde hace un mes le consumía el cuerpo y el espíritu, me informó que dejaba en la carpeta de documentos de su computadora dos cartas abiertas, una para el rector de la UCA y la otra para sus compañeros/as del departamento de economía. Me pidió que de pasarle algo, las entregara a sus destinatarios, sin censurarlas no editarlas, como era a veces mi costumbre frente a sus polémicos trabajos. He cumplido con la entrega de ambas misivas.

Extraigo de la carta abierta al rector de la UCA, el siguiente pasaje: “Cuando uno se aproxima al ocaso de su vida y se te margina de tus actividades laborales, no por incapaz, sino por viejo. Me hago las siguientes reflexiones. Primero, si es realmente porque los viejos necesitamos bajarnos del tren para que puedan viajar los jóvenes, o es porque en la sociedad algo falla. Porque la labor de los de mayor edad es capacitar a los de menor edad. El viejo, o el de la tercera edad, ha tenido tiempo para capacitarse, formarse e informarse, y ese saber acumulado debió haberlo transmitido a las nuevas generaciones. Si no lo hizo caben, al menos, dos posibilidades: la primera sería que fue egoísta con su saber y no lo quiso compartir. La segunda sería, que aún proponiéndoselo, no fue capaz de hacerlo, lo cual ameritaría cierta comprensión que nos induciría a exculparlo” y en su despedida le dice; “…. debo de manifestarle, que los treinta años que he trabajado en la UCA, son los años más felices de mi vida y volvería, de ser ello posible, a repetir la experiencia”. En la segunda carta, se lee un consejo que en mi opinión debería ser tomado en cuenta para todo/as los que quieren hacer de la docencia una carrera: “Ojalá que se formen, que se cultiven y tengan lo honestidad intelectual que yo tuve. Dar clases no es vomitar las ideas de otros es preciso digerirlas y a partir de allí desarrollar nuestro propio pensamiento”.

Unas horas más tarde aproximadamente a medianoche, tomo la decisión de enviar una nueva colaboración a CONTRAPUNTO, titulada “La necesidad de mantener la mente abierta”, en donde invita a los jóvenes de edad y de mente, a leer a los autores anarquistas, para mejorar la capacidad de analizar el sistema capitalista y la capacidad de soñar y construir la economía solidaria. No es un artículo para dogmaticos, ni tampoco para personas que han perdido la capacidad de ser jóvenes, en la introducción se lee: “Estoy viejo en edad, pero mi mente sigue joven y abierta a las nuevas y a las viejas ideas, por tal razón es que en esta ocasión deseo compartir con los jóvenes y los viejos, de mente joven, algunas ideas de los anarquistas. No para que se hagan anarquistas –aunque esa es una decisión muy personal- sino para que se percaten, si es que no lo han hecho, de que así como el ¨Mundo es ancho y ajeno¨ en términos de propiedad, también el mundo de las ideas es ancho y ajeno, en términos de conocimiento” y finaliza con una despedida: “Adiós muchachos, los quiero mucho, pero por favor cultívense!

A las 4 de la mañana del viernes 27 de enero, mientras veíamos y comentábamos el noticiero de Telesur, Aquiles se levantó del sofá y me dijo que estaba muy cansado y que necesitaba dormir. Me pareció una buena noticia después de una semana de mutuo desvelo, ya que podía ser un síntoma de que estaba mejorando, y que la necesidad de dormir había finalmente derrotado a su insomnio. Siete horas después y en medio del desgarrador aullido de sus perros, me di cuenta que había muerto mientras dormía, y que finalmente había logrado el descanso que tanto buscó durante toda su atormentada e intensa vida. El acta de defunción dice “murió de un paro cardíaco respiratorio” pero yo no lo creo, yo creo simplemente que se murió de tristeza.

Aquiles murió como vivió, como dice la canción de “El Necio” de Silvio Rodríguez: Descanse en paz y que su ejemplo nos ayude a no ser mediocres, malos ni pendejos.

Nota aclaratoria: esta es una versión editada de las palabras pronunciadas por la autora durante el funeral de Aquiles Montoya el 29 de enero de 2012.

(*) Académica y columnista de ContraPunto


Dagoberto Gutiérrez


Carta para Aquiles Montoya


En realidad, la muerte tiene una extraña amistad con la vida, con correspondencias secretas y mensajes ocultos. En esa relación, el tiempo funciona como un viajero encubierto que se mueve entre la vida y la muerte. A veces, se esconde en la humedad de las hojas y a veces en una gota madrugadora de rocío, pero siempre, siempre de siempre, nos indica el filo del camino. Yo no olvido aquel momento, allá por los años sesenta del siglo pasado, y cuando tenías unos 20 años, en la Facultad de Derecho de la UES, vos pronunciaste un desafiante discurso
sobre el compromiso de los revolucionarios.

Todos éramos jóvenes en esos años, casi unos niños, y no alcanzábamos a mirar todo el infinito camino que había que recorrer, pero advertíamos que la magia de la vida es el compromiso con las ideas que se sustentan. Y, en efecto, esos años fueron los que moldearon, en el barro milagroso de la honradez y en la luz diáfana del compromiso, la entrega de nuestra generación a una lucha donde buscábamos conquistar y asaltar los mejores sueños y las más seguras utopías. Esos años son años de acero, de verdaderos hornos con fogatas de fuego cocinando el pan milagroso de la lucha social, y vos te nutriste plenamente de esa hondura histórica de las décadas decisivas. Y al estudiar economía, sin duda buscabas descubrir los caminos más recónditos que explican la distribución de las riquezas y las pobrezas de nuestros país; así como el poder de los más ricos y la debilidad de los más pobres. Por supuesto que el marxismo se convirtió en punto intelectual de atracción, en tema de estudio, asunto de reflexión permanente y en instrumento para comprender la vida de los seres humanos, sus dolores más íntimos y sus temores más encendidos, sus odios y sus amores.

Abordaste la vida con suficiente crudeza y no poca dureza, pero siempre hubo tiempo, tu tiempo, para la proximidad y el amor, la docencia y el estudio afanoso. La cátedra, tu cátedra, pudo ser contaminada con la realidad, y eso le dio a tu enseñanza, el valor vivificante que te permitió pasar a convertirte en maestro, y así, posiblemente sin que lo sintieras, pasaste de informar a formar, de transmitir conocimientos a dar sabiduría, y de enseñar un tema a ayudar a entender la vida. Tu magisterio caracteriza, querido Aquiles, tu paso fuerte y sonoro.

Las aulas de la UCA están llenas de tu vos, de tu mirada, de tu risa, de tu ironía, de la fuerza de tu pensamiento, y de tu afán gigante para que tus alumnos y alumnas fueran siempre estudiantes de la realidad económica.

Tu reflexión científica llevó al aula universitaria el calor de la vida de la gente, la danzante realidad, esa con pupilas abiertas al horror de la explotación y a la lujuria de la riqueza desenfrenada, por eso entendiste y divulgaste una visión económica que va más allá de la simple administración de bienes materiales para poner en el centro la solidaridad con los seres humanos y de los seres humanos.

Por supuesto que la economía solidaria es una especie de desorden en un orden que dice que la economía es la de los bancos y de los banqueros, y la solidaridad no tiene cabida en semejante ciencia olorosa a perfume caro, a funcionario internacional, a bancos mundiales y a fondos monetarios internacionales. Tu trabajo era un tambor sonando con un redoble mágico que unió amorosamente la reflexión económica con la lucha política. Ese redoble te conmovió a vos mismo, y por eso, tus pasos se encontraron con los del pueblo organizado, y de este encuentro conmovido supiste renovar tu confianza y tu esperanza, pese al desencanto ante lo establecido.
Tu muerte nos asaltó con una extraña sorpresa porque viajas cuando más necesitamos, tanto de tu conocimiento como de tu sensibilidad. Nos quedan tus artículos, tus libros, tus textos, y sacaremos de ellos toda la luz y todo el camino que nuestro talento nos permita.

Tu muerte llena de tristeza, de dolor y de desengaño, por el trato recibido por las autoridades de la Universidad Católica, puede ser, sin embargo, un recordatorio a estas autoridades, de que es necesario recuperar la humanidad y la ternura, sin que esto amenace eficiencias administrativas o utilidades económicas.

Es necesario que sepas que a las 11 de la mañana del viernes 27 de enero, cuando dormías después de largas noches insomnes, tus dos perros, el blanco y el negro, aullaron dolorosamente. Julia Evelyn los reprendió para que no te despertaran, y al mismo tiempo constató que dormías el más largo, el más eterno y el más definitivo de los sueños. Puedes estar tranquilo y dormir con serenidad porque nosotros sabremos nutrirnos de tu trabajo, tu pensamiento y tu legado, como los buenos estudiantes estudiosos que vos tanto procuraste.

Te enterramos este domingo 30 de enero en el cementerio de San José Villanueva, en un sitio despejado, lleno de sol, de viento y de arboles que danzan como refrescando tu morada. Es una especie de altura donde podrás ver las estrellas y la luna durante la noche, oír el vuelo rumoroso de los pájaros y mirar el paso presuroso de la gente. En verdad, es solo un sueño, porque la vida, tu vida, te la aseguramos nosotros.

Duerme tranquilo, duerme abundante, y no dudes ni un instante que la vida y tu vida fue útil, necesaria, generosa, como un hornito siempre encendido donde se cocina el pan milagroso de la solidaridad.

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