martes, 14 de octubre de 2008

POETA LUIS ALBERTO AMBROGGIO




Luis Alberto Ambroggio en El Salvador.

Entrevista por Marisol Briones.

Luis Alberto Ambroggio es oriundo de Córdoba, Argentina, y vive en Washington DC Partió para los Estados Unidos a los 22 años, en medio de los conflictos sociales de su país. Miembro de la Academia Norteamericana de la Lengua Española y de PEN. Autor de 10 poemarios publicados, ha escrito también numerosos ensayos y artículos sobre identidad y bilingüismo, y sobre la literatura en español en los EEUU. En unas semanas presentará en la Biblioteca del Congreso la Enciclopedia del Español de los EEUU, en la que colaboró con la Academia de la Lengua, el Instituto Cervantes, con ensayos sobre la poesía y el teatro puertorriqueños. Su presencia en San Salvador en estos días se debe una invitación de la Fundación Poetas de El Salvador, en el contexto del VII Festival Internacional de Poesía, para compartir charlas y talleres sobre el arte de escribir poemas, de allí este diálogo furtivo.

¿Cuándo comenzó a escribir poesía?

Quisiera recordar el momento exacto para gozarlo repetidamente. Sería a los doce o trece años, porque un evento sin trascendencia marca mi memoria: a los catorce gané un concurso de poesía en el Instituto Secundario. Ahora mi escritura poética va a alcanzar casi los cincuenta años de suerte, culpa y atrevimiento.

¿Qué poetas o escritores han incidido en su obra y en su vida?

Cuando joven, me inspiraron las lecturas de los clásicos, Homero, Virgilio, Dante, poetas del Siglo de Oro y escritores franceses. En clases de literatura comencé a escribir junto con poemas de un romanticismo decadente o modernistas de Bécquer y Amado Nervo. Con mi madre leía filosofía o acaso la poesía de Nietzchte. Ella me regaló la primera antología poética, de César Vallejo. Luego, a mediados de los setenta, tuve un encuentro revelador con Jorge Luis Borges en la Universidad de Georgetown que relato en Poemas desterrados. Además de Borges, César Vallejo, inciden en mi obra las lecturas de Cernuda, Salinas, Aleixandre; y más recientemente, Rafael Alberti, José Hierro, Ángel González y Gonzalo Rojas. Entre los de habla inglesa: Edgar Allan Poe, T. S. Elliot, William Carlos Williams. Debo agregar que no existiría como poeta sin ellos y sin poetas como Rilke, Kavafis, Pessoa y Octavio Paz.

¿Cómo es su proceso de escritura, tiene rituales?

Me escapo de la tierra literalmente. Escribo en los aviones, luego de leer, ver un rato por arriba de las nubes, el horizonte, la oscuridad sin límites. No me siento cómodo en los cafés, prefiero la soledad de un cuarto de mi casa, en compañía de libros que me estimulen, estatuas, papeles, amuletos, el caos de los duendes.

Mario Benedetti sostiene que a través de los poemas pasa la historia de nuestros pueblos, ¿qué piensa usted al respecto?

Para mí el poema revela el inconsciente universal en solidaridad con el mundo que es el individuo dentro del pueblo desde donde sale la voz y con quienes habla el poeta, aún en silencio. Pienso que la poesía nace del asombro, la inconformidad y del compromiso que hacemos con nuestro tiempo y el espacio, presencia y testimonio desde las raíces que nos habitan, nuestra historia, el alma de nuestros pueblos. Los poetas tenemos la libertad de crear imaginando nuestro alrededor íntimamente.

Ha venido usted a impartir un taller de poesía, ¿el poeta o la poeta nacen o se hace?

Propondría que se trata de una afortunada combinación del “nace y se hace”. Wilde sostenía que la poesía es 10% Inspiración; 90% transpiración. Sin duda, se debe poseer el talento poético, totalmente inesperado, pero más aún una dedicación casi esclavizante. Si bien “lo que la naturaleza no da, Salamanca no lo presta”, como dice Paul Valery “Quien quiere escribir su sueño, debe permanecer infinitamente despierto”.

¿Cómo ve la literatura salvadoreña actual?

Pujante, viva con verdaderas sorpresas. Una literatura con muchos representantes que tiene la audacia de romper esquemas, de abarcar con rupturas innovadoras toda la gama de temas, como lo hicieron en el pasado Salarrué, Roque Dalton, Claudia Lars. He tenido el honor y placer de conocer personalmente o, a través de sus obras, los ensayos de Luis Alvarenga; los poemas de Otoniel Guevara, Mario Noel Rodríguez, David Escobar Galindo, Claudia Herodier, Manlio Argueta, Carmen González Huget; Ricardo Lindo, Alfonso Kijadurías, con algunos de los cuales comparto presencia en antologías. También he tenido oportunidad de apreciar la amistad y poesía de Claribel Alegría, Dina Posada y de poetas más jóvenes que se destacan como Jorge Galán, Susana Reyes, Manuel Barrera, Krisma Mancía, Osvaldo Hernández y Nora Méndez. La poesía y los estudios de Luis Melgar y Marisol Briones que resucitan la presencia rica de la mitología indígena en sus textos, la poesía de André Cruchaga, Rafael Mendoza, Rene Chacón Linares y tantos otros escritores que pueblan actualmente el universo literario de El Salvador.

En la actualidad hay una tendencia por el verso libre.¿Cuál cree qué es la mayor dificultad del verso libre?

Lograr su plenitud artística y no tratarlo con el rigor que conlleva el concepto de verso, perdiéndose en las infinitas posibilidades que ofrece su libertad para caer en un prosismo. Porque paradójicamente el verso libre tiene exigencias más estrictas y dificultades mayores que los versos o estrofas que se ajustan a las ya bien establecidas (y fáciles de seguir) formas y métricas clásicas. Por mencionar algunas, la necesidad de mantener la musicalidad, de evitar rimas internas o externas que traicionen su definición. Jorge Luis Borges afirmó: “Como todo joven poeta, yo creí alguna vez que el verso libre es más fácil que el verso regular; ahora sé que es más arduo y que requiere la íntima convicción de ciertas páginas de Carl Sandburg o de su padre, Whitman”. Si se cultiva con convicción y propiedad, podemos contradecir lo que T.S Elliot aseguraba de que “ningún verso es libre para quien quiera hacer un buen trabajo”.

¿Cuál es su opinión de las academias literarias?

Recuerdo lo que el premio Nóbel José Saramago me repetía en Costa Rica, insistiendo en la necesidad de mantener nuestra rebeldía como fuerza creativa y resistir al avasallamiento de la disciplina académica. Hay quienes aborrecen la idea de las academias literarias, de los talleres. Mi opinión es intermedia: es importante conservar la libertad, la independencia, pero al mismo tiempo conocer ciertas estructuras, reglas de juego, “enseñanzas”, estudio de maestros, si quiera para luego desecharlos con causa, en la formulación y reformulación del canon. Las academias históricamente han respondido a presiones sociológicas, en el esfuerzo encaminado a fama a través de nombres, modas, mecenas, digamos ahora premios, etc. Pero, como dice, Octavio Paz, la llamada “técnica poética” no es transmisible, porque no está hecha de recetas, sino de invenciones que sólo sirven (y provienen) de su creador.

¿Existen diferencias entre la poesía escrita por hombres o por mujeres?

Siempre he envidiado la profundamente bella y libre expresidad del eroticismo y el placer femenino en la poesía de ciertas mujeres (como es el caso de Ana Istarú, Gioconda Belli y muchas poetas salvadoreñas) que no he encontrado en poesía escrita por hombres. Se ha observado que la poesía escrita por mujeres tiende a concentrarse más en temas relacionados con el amor a la vida, a un hombre, hablando de un amor universal, mientras que la poesía escrita por hombres aborda más temas sobre la soledad, el tiempo, la distancia. Pienso que no existe una poesía masculina o femenina, aunque la poesía escrita por mujeres transforma y expande el imaginario, subversión de textos, con una diversidad idiomática, referencial, totalmente distinta a la patriarcal o típicamente masculina. También en el caso de la poesía chicana femenina, por ejemplo, ha servido para romper las fronteras de género y preferencias sexuales, lesbianismo, dentro de un contexto de liberación en general. Podría ésta llamarse una poesía feminista con un “sobrediscurso” reinvindicativo, pero más allá de ella, en toda la poesía escrita por las mujeres –abriéndose a todos los temas, incluyendo los sociales- se da esa internalización y universalización de la condición femenina como presencia diferente (recordemos a Sor Juana) y en igualdad de condiciones de género a la creación poética de los hombres.

¿Qué palabras le diría a quienes deciden escribir poesía?

Que lean mucho, sueñen y escriban libremente su espíritu. Que se hagan eco del asombro. Que conserven siempre una mirada curiosa, profunda, única, derramando en imágenes y metáforas su estado de ánimo con la sinceridad y universalidad que conmueva a cada individuo en su intimidad. Que capturen en sus versos el tiempo en su espacio: el pasado (memoria), el presente (experiencia) y el futuro (deseo), con toda la fuerza, el poder, la imaginación del lenguaje. Y que así llegue a existir el poema, y sea luego descubierto.




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