domingo, 17 de abril de 2011

CILCA 2011


MIGUEL ANGEL CHINCHILLA CON LOS ESCRITORES CARLOS GARCIA Y FRANCISCO MORALES SANTOS
EN EL CONVENTO DE LAS CAPUCHINAS

ESTUVIMOS EN EL CILCA 2011
Por Miguel Ángel Chinchilla


Por Miguel Ángel Chinchilla




La decimonovena edición del Congreso Internacional de Literatura Centroamericana, CILCA 2011, se realizó este año por tercera vez en la ciudad de las rosas, La Antigua Guatemala, del 6 al 8 de abril recién pasados, en dos sedes diferentes: una en el convento de Las Capuchinas y la otra en el lugar conocido como Cooperación Española, ubicada en el antiguo convento de los jesuitas. Este año el énfasis se puso en el tema de la literatura femenina que se escribe en Centro América, tanto que uno de los acuerdos tomados en este rubro fue que se gestionará la creación de una red de escritoras centroamericanas. Como representantes por El Salvador participaron Silvia Matus y Marisol Briones. Pero también hubo mesas para la pedagogía, para la literatura infantil y también para la literatura de testimonio. En este CILCA 2011 se presentaron más de cien ponencias.MARISOL BRIONES Y EL POETA FRANCISCO MORALES SANTOS

Yo fui invitado a participar en una de las mesas de testimonio, en la dedicada a José María López Valdizón, un escritor guatemalteco desaparecido por el régimen de Kjell Eugenio Laugeraud en 1975, apenas dos meses después del asesinato del poeta Roque Dalton en San Salvador. La razón de la invitación se debió a que López Valdizón figura en mi producción radiofónica titulada “Grandes Narradores de Centro América”. En el acto se presentó también el libro de Guisela López, “José María López Valdizón/Pensamiento y Compromiso Social”. Guisela es hija del escritor homenajeado y el mejor resguardo filial para la conservación de su memoria. Fue un acto muy emotivo de esos que te dejan un nudo en la garganta.
Estuvimos hospedados en el albergue Santo Tomás de Aquino, una preciosa casona que fue la primera sede de la Pontificia Universidad San Carlos de Borromeo en 1676. Uno de los recuerdos inolvidables de esta mi enésima visita a La Antigua, será el haberme levantado a las seis de la mañana del viernes 8, a leer en los hermosos y solitarios jardines de aquel caserón, teniendo como único fondo el trinar de los pájaros en la frescura de aquella mañana antigüeña. Leía un libro que había adquirido la noche anterior en el marco de dicho Congreso; se trata de la novela histórica “La danza del tambor”, escrita por el antropólogo holandés Ruud Van Akkeren. Sobre otros libros en este Congreso también asistí a la presentación de la novela “Rockstalgia”, del novelista y rockero chapín Jorge Godínez, el único músico de rock en Centro América que escribe novelas y obras de teatro.

MARISOL Y EL PRESIDENTE INTERNACIONAL DEL CILCA JORGE ROMÁN LAGUNAS

El CILCA es un evento anual que se realiza en Centro América desde 1992. En dos ocasiones se ha producido en El Salvador. Al final de la jornada en la cena de clausura le propuse a Max Araujo y a Jorge Román Lagunas, que la próxima sede podría ser nuevamente El Salvador, y ambos estuvieron de acuerdo, bueno habrá que ver, tal vez alguna universidad se pudiera interesar por el proyecto. A propósito de escritores centroamericanos, un día después de finalizado el CILCA, en Guatemala capital sostuve una reunión con Carlos René García Escobar y otros miembros del PEN de Guatemala, con el objetivo de intercambiar ideas y tomar acuerdos en torno a proyectos futuros con ADECA, Asociación de Escritoras y Escritores de Centro América, cuyo presidente pro tempore es el antropólogo y narrador guatemalteco Carlos René García Escobar. Vimos también participando en este CILCA 2011, a los escritores salvadoreños Ricardo Lindo y Manlio Argueta ¡Abur!

domingo, 3 de abril de 2011

sonreír contra de todo


Con la sonrisa, revuelta

(Lluís Llach)

Me gusta el reír de tus ojos
donde el reflejo de una luz
me parece un faro en la mar.

Y gracias a mi brizna de locura
me imagino marinero
que busca refugio en tu sonrisa.

Y así navego por tu cuerpo
dejando una estela en tu pecho
con la saliva de mis labios.

Para decirte:

Con la sonrisa revuelta.
Así te espero y te imagino
en el horizonte de la mirada
el gesto utópico que te reclama.

Y seré ave, si eres tú el viento
o seré proa de embarcación
si tú eres la danza de las olas.

Que gracias a mi brizna de locura
en la tristeza y en la soledad
dibujé tu forma.

Que quiero encontrar contigo el camino de las estrellas
para lanzar los sueños contra el tiempo.
Buscar el coraje persistiendo en el intento.
Así te espero y así me tienes.

Y en la belleza un faro para un mundo más bello,
y en el deseo el riesgo valiente.
El amor un paso para descubrir mucho más.
Así te espero y así me tienes.

Piedras

Rafael Lara-Martínez
Tecnológico de Nuevo México
soter@nmt.edu
Desde Comala siempre…
Partes 1-2
Cueva
La cueva es la esencia de la piedra. Define su verdad en abertura. Si al agrietarse resiste hacia el mar o en la montaña, pervive por lo que admite en sus rendijas. Recoge lo que acumulan los cerros, lo que arrastran las olas. No sólo acepta complacida que la espuma y el limo la enceren de caliza. También tolera que a su ranura coleccionen las señales borrosas de lo que andan por el Mundo. En un museo sin adorno, la cueva guarda fragmentos pulidos por la humedad de lo que se aleja hacia el ahogo. Por su anchura no vive de la propia grieta sino de la brecha que despejada acoge todo lo que se presenta ante su acceso. En remedo a la letra, refleja en lo oscuro la sorpresa y lo cercano. Acorta el “intervalo de la distancia” entre la nostalgia y el vuelo de mariposa (a leer bajo el torrente sonoro de “Acknowledgement (1); Resolution (2)”, John Coltrane, A Love Supreme, http://www.youtube.com/watch?v=558bTG0D-xg).
II. Tristeza de roca
Hay rocas que gotean su tristeza. Se desangran en gesto abierto, sin aflicción. Sobre la superficie lisa y pulcra, crían una excrescencia húmeda y rugosa. En el rostro raso, el llanto deposita la huella de lo que yace y palpita al centro de la roca. Todo lo que brota a la superficie se arraiga en el alma de la roca, invisible pero latente y expresiva. De esa lágrima que exhala la Tierra, del mar que la golpea, surge una vegetación retorcida buscando la luz luego de su encierro, nueve lunas al centro de la roca. Lo verde que la corona rima con el grano oscuro que dilata el silencio. Habla de tiempos paralelos, de mundo abolidos, de memorias sin cifra esculpidas en la médula. Habla de su derrota ante el tiempo que la fragmenta y requiebra. De la Tierra que la expulsa hacia la apariencia. Y de la estrella que calca su camino trasegado.
IV. Tiempo de piedra
El tiempo de las piedras difiere del humano. A quienes en su simpleza atroz reducen el año a la revolución de la Tierra alrededor del Sol, el silencio de las piedras declara que el ciclo anual lo marca la totalidad de los astros. El número de luceros excede el de granos de arena, como se dispersa el calendario de las piedras. Guijarros diminutos y sin testimonio que viven en tiempos alternos a la historia. Hacer de una sola estrella la medida del tiempo reduce el Mundo y su experiencia. Las piedras alojan en su seno vivencias planetarias de múltiples lunas. Escuchar el habla de las piedras sin temor a la sordera, lleva a que el alma, adicta de cuerpo, desde la cárcel declare su verdadera patria y morada en la piedra. En los paraísos y en los infiernos todo es piedra y estrella. Hueso y grano
VI. A Love Supreme
Si por el hueso el vertebrado adquiere solidez en su contorno, por la piedra el fango, polvo líquido, el relieve de cuerpo vivo. La piedra emerge del lodo como el niño del vientre; la estrella, del pantano.

El cuenco de la piedra recoge el maíz triturado que se vuelve cuerpo de mujer, origen del hombre.

Si la savia es la sangre de la planta, ignoro el nombre de la sangre de la Tierra. Su coagulo se llama piedra.

VII. Hueso - Resurrección
En 1930, a dos años de una terrible masacre, un cazador de venados se internó en el bosque. Siguió el rastro de su presa que goteaba sangre a su paso. Al llegar a la orilla de un río, halló a una hermosa muchacha que lavaba con un listón rojo al cuello, evidencia de su crimen. Ella lo convidó a ingresar por una caverna, orificio de la Tierra, hacia sus entrañas secretas. En el claustro subterráneo se enfrentó al padre de la muchacha, quien lo obligó a permanecer en el encierro tantos años como el número de sus víctimas. El tiempo que para él eran días sin sol, al interior los medía una ventisca de arena fina que los volvía segundos.

Debía fertilizar a la joven quien yacía invariablemente junto a los huesos de sus hermanos asesinados. Siempre se revestía en osario. Al salir no sólo notó que la Tierra arrasada carecía de la vellosidad verde que la recubría. También los pueblos lucían desolados sin sus antiguos habitantes. Para entonces ya conocía el secreto de toda vida en potencia. El que le había revelado el padre de los venados en los recintos ultraterrenos. Hacia los cuatro rumbos regó los granos, huesillos y guijarros que acarreaba en reliquia de su paso por el inframundo. Deseaba que la Tierra resplandeciera de nuevo en sustento, vegetación y cultura tradicional.

A todos los confines, los testimonios de la época narraban que los cultivos proliferaban; la lava sedienta del Izalco sustituía el ladrillo y los humanos… Los humanos si no crecían en número, proyectaban su figura hacia el barro, el cuento y el lienzo. Quedaron perviviendo no sólo en cuerpo sino en una realidad paralela que el arte recreaba de ese mundo tangible, ahora extinto. Se prolongaron en un universo que ya no existiría en el hecho, sino en la memoria, en el rostro difuso que los recordaría. El que los sustituye en una verdad en pintura.

Hay que inseminar la piedra para que la Tierra prospere; regar el grano para que el fruto crezca; fecundar el hueso para que prolifere el linaje. Aun si todo este auge sea simple reflejo de formas que como el polvo vuelan errantes al viento, hay que fecundar. Lejos de su origen, la piedra y el hueso, vagan las plantas, la fauna y los mortales.

sábado, 2 de abril de 2011

Rafael Lara Martínez y Rafael Menjívar Ochoa


Rafael Lara-Martínez
(New Mexico Tech, soter@nmt.edu)
Desde Comala siempre…
Por vicisitud del destino, los nombres se unen en la enfermedad. Se reúnen en la paradoja. San Rafael, “el que cura o sana” reza el estribillo popular. No le prodiga de inmediato a quienes nos bautizaron bajo su pila la cura necesaria. A ti el cáncer te llegó por el colon; a mí por el estómago. Ya me cortaron la mitad. Y salí del hospital tan enjuto y huesudo como esa piltrafa humana que de ti, dicen, remitieron a casa. Y eso que permanecí quince días en el hospital
A mí también me diagnosticaron cáncer terminal. Apenas salía del quirófano, entubado hasta la uretra, y los médicos contaban los meses de vida que me quedaban, entre seis y dieciocho. Los dedos me sobraban para calcular la muerte que me tiraba con fuerza hacia el útero terrestre. Hacia lo inorgánico y frío. No lo oculto. Acaricio los pedreros y, con delicadeza, saboreo el deleite culinario del polvo, mientras escribo.
Ni sabía para que me había operado. Del cuarto del hospital iría casi directo al cementerio. Sólo me consolaba elegir el color del ánfora que contendría mi cuerpo incinerado, como única forma segura de que quizás me enterraran en el Cementerio Central. Del estómago, el tumor que me carcomía se regaba por el sistema linfático hacia todo el cuerpo. No había cura. No la hay, salvo para los que tienen fe completa en la ciencia. Cada año inventan nuevos medicamentos que prolongan la vida, dicen.
Por fortuna, en honra a mi otro nombre, Fortunato, Rafael es también “el que viaja”, el patrono de los viajeros y los errantes. Como un cuarto de la población del país, opté por el exilio. Esta decisión es ahora la que me mantiene en vida. Trabajo en un medio académico que reconoce mi labor sobre un país extraño y exótico para todos mis colegas. De ahí proviene que escriba, que la cura que a ti te niegan me sea accesible.
Sé lo que cuesta esa operación y la quimioterapia. Equivale al precio de una casa, al de una casa en un sitio de lujo en El Salvador. Por eso reconozco que el exilio no significa “el fruto negro”. Significa la única forma posible de acceder a un servicio médico decente y adecuado. El mismo que a ti te niegan por arraigarte en el país. Paradójico pero cierto que te lo rechacen. No sólo vivimos de las letras. Vivimos del cuerpo que se alimenta y se sana, de la materialidad que nos acoge, aún sea por un breve período de vida en la tierra.
Semi-postrado en el sofá que todavía me permite escribir, te saludo en la enfermedad que nos corroe el vientre a ambos. Si pudiera hacerlo, compartiría la mitad de mis medicinas contigo. Las ocho horas que paso sentado en un sofá mientras me inyectan la quimioterapia se harían más cortas, más leves y llevaderas. Llenas de satisfacción.
Pero me temo que los destinos sólo se comparten en la lejanía, en el nombre, y en la muerte. En el dolor y en la enfermedad que nos apolilla el vientre. A ti el desdén clínico del arraigo; a mí la hospitalidad del exilio. A cada quien lo suyo, desde el nacer al morir. Como a cada cual le tocó un útero materno —la única patria verdadera y primordial— como a cada cual le tocará su útero terrestre, la tumba como única patria perenne.
Tal vez si logramos sobrevivir colaboremos de nuevo en un libro, como hace años lo hicimos. Sólo los Dioses y los oráculos lo saben. Si no subsistimos, no te preocupes. Ya nos reuniremos en alguno de esos caminos que conducen a los Otros Mundos. Ya muerto te convidaré a que visites mi alma en pena en esta insondable Comala. Será más fácil ya que hechos polvo, nadie nos negará el viento. El transporte colectivo de los fantasmas que regresan a recordarles a los vivos la historia y el destino. El origen y el porvenir de todos los cuerpos mortales, aún el de las piedras.