martes, 17 de marzo de 2009

El grito de la sangre que clamó al cielo y anticipó la resurrección


por Karla Sofía Zamora Briones

El pasado domingo 15 marzo, Ak’abal para nuestros abuelos y abuelas, el corazón del cielo y la tierra nos regaló una nueva era donde las sombras fueron vencidas por la luz, una luz que desde las plazas iluminaba al pulgarcito de América.

Uno a uno fueron caminando, caminando como nuestros ancestros, hombres, mujeres y niños a encontrarse en el redondel Masferrer, en donde simbólicamente y sin bandera ondeando en el asta, cantaron a todo pulmón el himno nacional y aquellos quienes se ocultaban detrás de los grandes muros de su casa en la colonia Escalón recordaron que la patria también es del pueblo que camina descalzo.

Desde lo profundo de la tierra miles de voces clamaron al cielo este domingo y consiguieron que la furia de Kabracán –el dios de los sismos- hiciera mover la tierra a quienes por más de medio siglo conservaban el poder formal del Estado salvadoreño.

Las rotondas de la ciudad se transformaron en los puertos donde olas rojiblancas reventaban de gozo, un gozo con sabor a esperanza que invitaba a un abrazo colectivo de reinvindicación histórica popular.

“ahora sí, ganamos” le gritó Roberto con lágrimas en los ojos y ondeando una bandera a Raúl a quien el corazón no le cabía en el pecho, “no me imaginé que iba a ver esto” me comentó.

Y era cierto. Mientras subíamos a la rotonda Masferrer aquellas imágenes que nunca pensé se concretarían en realidad iban adquiriendo carne y hueso, no solo en los que caminaban sino también en aquellos que pese a cuidar las casonas de la escalón se abrían su camisa de guardia de seguridad para mostrar su en pecho las camisetas rojas y apartar el arma para ondear las banderas.

Este domingo caminaba la esperanza por las calles junto a los y las cientos de mártires que resucitaron para brindar por su sangre derramada, “son tantos, tantos...”exclamó con el rostro rojo y con ojos de cristal, el sacerdote norteamericano en la sala de prensa, mientras las abuelas o madres de muchos en sus cuartos se hincaban llorando a dar gracias a Dios, a la Virgen o a San Judas Tadeo por la efectividad de sus rezos y promesas.

A nosotras, los y las jóvenes que somos hijos e hijas de la guerra, que nos enseñaron a ver una la Constitución desnuda, abandonada y violentada, y que ahora la vemos vestida de rojo, ondeando banderas de cambio y gritando los nombres de quienes con su sangre construyeron esta victoria popular, este domingo 15 de marzo no solo quedará grabada en la memoria este momento histórico sino que es la continua exigencia de construir desde los movimientos populares ejerciendo la ciudadanía crítica y responsable un mundo donde la justicia y la inclusión social sean el pan que cada día llevemos a nuestra mesa y lo compartamos con Dios, en Unión y Libertad.

lunes, 16 de marzo de 2009

Triunfo 2009.





foto Karla Zamora