sábado, 8 de noviembre de 2008

IGNACIO ELLACURÍA LOS MÁRTIRES DE LA UCA


A Ignacio Ellacuría, precisamente ahora

NORBERTO ALCOVER

Fragmento.

En la madrugada de tal día como ayer, encontraron tu cuerpo baleado junto a otros cinco, los de tus compañeros jesuitas, todos vosotros trabajadores universitarios en el mismo empeño de convertir la cultura en instrumento de transformación histórica desde el evangelio del profeta nazareno. En la fotografía que recorrió el mundo, aparecíais tirados en el suelo, sobre un pequeño espacio de césped verdeante, manchados de sangre, como ovejas llevadas al matadero. Y un detalle que me llamó la atención desde aquel tremendo principio: tu cabeza estaba con dos agujeros de poderosas balas; aquella cabeza de la que surgieron los mejores ímpetus para hacer de las ideas, aparentemente abstractas, azadas con las que participar activa y peligrosamente en la resolución del conflicto fratricida salvadoreño, siempre poniendo por delante la causa de los crucificados de la historia, de los más pobres. Una cabeza demasiado peligrosa.

Mira, querido Ignacio, de un tiempo a esta parte te hemos colocado en la cuneta de nuestras vidas, después de que un aluvión de nuevos conceptos más pragmáticos que ideológicos acabaran por abrumarnos. Es cierto que el abandono de tu persona y de su significado lo vamos realizando en una especie de silencio vergonzante, pero el hecho es que, sin querer confesárnoslo, has acabado por resultarnos molesto.

Nos molesta tu talante moderno cuando estamos envueltos en esa frívola posmodernidad. Nos molesta tu compromiso histórico que denuncia tanto apoltronamiento biempensante. Nos molesta tu cultura desde y para los pobres, obnubilados por vulgares creativismos en el vacío más inoperante. Nos molesta tu adhesión a determinadas tesis marxianas que juzgamos de antiguallas pero seguimos sin resolver. Nos molesta tu fidelidad a Zubiri, ese autor complejo, molesto y metafísico, pero que acaba por complicarte la existencia. Y sobre todo, nos molesta tu certera interpretación de la liberación ejercida desde la teología, siempre adherida al Jesucristo evangélico, tan descaradamente defensor de los pobres y fustigador de los prepotentes. Nos molesta, me olvidaba, que esta forma de pensamiento de Ignacio de Loyola y de Pedro Arrupe te condujera inexorablemente hasta las balas y sus agujeros en la cabeza. Nos molesta todo tipo de martirio. En una palabra, te hemos dejado en el camino .

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