jueves, 29 de mayo de 2008

MAYO DEL 68


Conocido como el Mayo Francés, este acontecimiento histórico de 1968, del que se cumplen 40 años, comenzó como una revuelta cultural estudiantil que se propagó también a los trabajadores, y provocó trascendentes repercusiones en todo el mundo


La siguiente es una colaboración sobre el tema que nos hiciera llegar el poeta guatemalteco
Edgar Quisquinay.



Recurro a la memoria y vuelvo al libro "Último Round" de Julio Cortázar, en los textos que titula Noticias del mes de Mayo y Homenaje a una torre de fuego:

LA POESÍA ESTÁ EN LA CALLE
Escucha amor, escucha el rumor de la calle,
eso es hoy el poema, eso es hoy el amor.
El ritmo, una vez más, es el solo pasaje:
Rodin, Uccello, Cohn-Bendit, Nanterre,
la voz de Elena Burke y de Catherine Sauvage,
la primera barricada al alba en el Boul' Mich',
el café que se bebe entre dos manifiestos,
a veces la ternura, Écoute, camarade...
o el zarpazo, Dis-donc, ils se foutent de nos gueules!
y Saint-John Perse y Vargas Llosa y Losey
entre Thelonious Monk y José Antonio Méndez,
el ritmo de la noche en la voz de Marcuse,
el rumor de la calle, Lévi-Strauss, Evtuchenko,
los nombres del amor cambian como los días,
hoy es Jean-Luc Godard y mañana Polanski,
los estudiantes corren al asalto del tiempo
bajo las cachiporras de las bestias de cuero,
y nada puede contra su ritmo de trigales
y nada puede contra tu sonrisa, oh mi amor
que aniquila jugando las bombas lacrimógenas!

MIS DESEOS SON LA REALIDAD (Nanterre)

Es el tiempo de arrase, la batida
contra el falso Museo de la Especie
aquí están las noticias
Mayo 68 Mayo 68
el poema del día la efímera bengala la recurrente
ardiendo en Francia y Alemania
en Río en Buenos Aires en Lima y en Santiago
los estudiantes al asalto
en Praga y en Milan en Zurich y en Marsella
los estudiantes llenos de palomas de pólvora
los estudiantes que alzan con sus manos desnudas
los pavimentos de cemento y estadística
para apedrear la Gran Costumbre
y en la ordenada cibernética
abrir de par en par ventanas como senos.

Homenaje a una torre de fuego

Nadie les ha enseñado a hacer lo que estan haciendo; nadie le enseña al árbol la forma de dar sus hojas y sus frutos. No se han dejado utilizar, como tantas veces en otros tiempos, a manera de cabezas de puente o pavos de la boda; hoy están solos frente a una realidad resquebrajada, son una inmensa muchedumbre que no acepta ya reajustarse para ingresar ventajosamente en ese mundo que se da a llamar moderno, que no acepta que ese mundo los recupere con la hipócrita reconciliación paternal frente a los hijos pródigos. Algo como una fuente de pura vida, algo como un inmenso amor enfurecido se ha alzado por encima de los inconformismos a medias, a la torre de mando de las tecnocracias, en la fría sobervia de los planes históricos, de las dialécticas esclerosadas. No es el momento de explicar o de calificar esta rebelión contra todos los esquemas prefijados; su sola existencia, aquí y en tantos otros países del mundo, la forma incontenible en que se manifiestan, bastan y sobren como prueba de su validez y su verdad. Nada piden los estudiantes que no sea de alguna manera una nueva definición del hombre y la sociedad; y lo piden en la única forma en que es posible pedirlo en este momento, sin reivindicaciones parciales, sin nuevos esquemas que pretendan sustituír a los vigentes. Lo piden con una entrega total de su persona, con el gesto elemental e incuestionable de salir a la calle y gritar contra la maquinaria aplastante de un orden desvitalizado y anacrónico. Los estudiantes están haciendo el amor con el único mundo que aman y que los ama; su rebelión es el brazo primordial, el encuentro en lo más alto de las pulsiones vitales.

En el pabellón de la Argentina, ¿Como no iba a manifestarse ese salto hacia una realidad auténtica cuando bajo su techo se venía reiterando la injusticia, la discriminación, la estafa moral que no era más que el reflejo de lo que sucede allá en la patria, allá en los países de América Latina? Tomar esa residencia ha significado para los estudiantes entrar escoba en mano en una casa sucia para limpiarle el polvo de mucha ingominia, de mucha hipocresía. Pero en el fondo esto es sólo un episodio dentro de un contexto infinitamente más rico, que no se engañen los que quieran ver en ese gesto una mera oposición política en el plano nacional. Detrás de la ocupación de lo que es propio hay una conciencia que va mucho más allá de perímetro de una residencia universitaria; simbólicamente, poéticamente, estos muchachos han tomado a la Argentina entera para devolverla a su verdad tanto tiempo falseada; y decir eso es decir también América Latina, es sentir a través de este impulso y esta definición toda la angustia de un continente traicionado desde dentro y desde fuera. Cómo no corprender, entonces, el sentido más profundo que tiene hoy aquí, entre nosotros, la evocación del ejemplo vivo del Che, como no comprender que lo sintamos tan cerca de los jóvenes que se baten en la calles y dialogan en los anfiteatros. Pero esto no es un homenaje labial; no hemos de recaer una vez más en los esquemas del respeto solemne, de las conmemoraciones a base de palmas y oratoria. Para el Che sólo podía y sólo puede haber un homenaje; el de alzarse como lo hizo él contra la alienación del hombre, contra su colonización física y moral. Todos los estudiantes del mundo que luchan en este mismo momento son de alguna manera el Che. No siempre hacen falta cirujanos para transplantar un corazón en otro cuerpo; el suyo está latiendo en cada estudiante que libra este combate por una vida más digna y hermosa.

Este texto escrito para MARCHA, de Montevideo, se refiere a las jornadas de mayo de 1968 en París y a la ocupación de la casa de la Argentina en la Ciudad Universitaria por un grupo de compatriotas.



Gracias y sort!!!

Edgar Quisquinay. Guatemala.

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