viernes, 30 de abril de 2010




CAIN HEROE ARQUETÍPICO EN EL MUNDO ANTITÉTICO DE SARAMAGO.
Lic.Rafael Lara Valle
imagén MONTECRUZ

El héroe arquetípico presenta características que el mito ha enaltecido y que perviven en el inconsciente colectivo de toda la humanidad según la teoría de Jung.

El héroe arquetípico es un ser prodigioso que pasa por un proceso de transformación, tiene que realizar una serie de tareas, a veces non gratas como la de Hércules limpiando los establos de Augias o Caín amasando barro con sus pies. El héroe realiza hazañas imposibles de desempeñar por una persona común y corriente. Tal es el caso de Odiseo derrotando a Polifemo, hijo de Poseidón, Hércules destruyendo a la Hidra de Lerna o matando a las aves de Estinfale y actualmente el cine en 3D y sus efectos especiales ha puesto ante nuestros ojos la hazaña de Perseo decapitando a Medusa, venciendo escorpiones gigantes y aniquilando a un monstruo salido del mar, dejando frustrado al propio Hades, hermano de Zeus.

El héroe arquetípico tiene una función redentora, es el Mesías, el Salvador, el que viene a sacar a la humanidad del abismo Karmático en el que se ha hundido, pero que al final tiene que ofrendarse como víctima propiciatoria, sacrificando su vida como lo hizo Hércules abrasado en una hoguera, Edipo proscrito ciego, Prometeo encadenado en una roca y Jesús crucificado, todo por amor a la humanidad.

El caso del Caín de Saramago adquiere matices muy particulares que lo aproximan al concepto de antihéroe, terminó utilizando en Literatura para designar a los protagonistas de la novela picaresca como Lazarillo, Marcos Obregón o Estebanillo González, cuyas características “heroicas” los hacen caer en la antítesis del héroe clásico y no pocas veces hacen el ridículo o son molidos a palos como ocurre con el ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, el cual merece un estudio aparte.

Caín es rescatado por Saramago del papel de villano con el que la tradición lo ha marcado como el primer parricida de la Historia Sagrada, compartiendo tristes honores con Judas Iscariote, el famoso traidor, que según el evangelio murió ahorcado por sus propios medios y que Jorge Luis Borges vio con ojos diferentes, interpretando que también él era parte del Plan divino, como hermano de Jesús, cuya participación fue necesaria para que el primogénito cumplirá con su papel redentor.

En la visión de Saramago, Caín responsabiliza a Dios por la muerte de su hermano Abel, dándose una inversión de arquetipos, pues Dios abandona su rol de Figura magnífica equivalente al Viejo Sabio, según la categorización jungneana, para convertirse en el Padre Terrible o brujo, hechicero que lo transforma en un arquetipo de la Sombra, similar al de Satán. En cambio Caín que culturalmente tiene la carga del arquetipo de la Sombra, se transforma en héroe, en figura protectora, al salvar a Isaac deteniendo el brazo fratricida de Abraham, es decir que se aproxima al rol del Viejo Sabio.

Cuando Dios recrimina a Caín por la muerte de Abel, el homicida le responde “… el primer culpable eres tú, yo habría dado mi vida por su vida, si no hubieses destruido la mía, quise ponerte a prueba, y quien eres para poner a prueba lo que tú mismo has creado” (pg. 39).

Y es que las ofrendas de Caín fueron despreciadas por el creador, recibiendo con beneplácito las de Abel, que según Saramago se ensañaba con su hermano:

“Y siempre la falta de piedad de Abel, la jactancia de Abel, el desprecio de Abel” (pág. 38).

Y Caín le dice a Dios, justificando su falta:

“maté a Abel porque no podía matarte a ti, pero en mi intención estás muerto”. (pg. 40)

En la literatura salvadoreña hay un antecedente de esta postura en “La ira del cordero” del dramaturgo y actor Roberto Arturo Menéndez, donde nos presenta al personaje que es el equivalente de Abel, siempre mofándose de su hermano cuyas ofrendas son rechazadas por el padre y el parricida también culpa a Dios, igual que en la obra de Saramago, disparando con su escopeta en dirección al cielo como queriendo exterminar a su creador.

Saramago, como sabemos, se ha declarado ateo en diversas entrevistas, y es que está en contra de ese dios fabricado por la mente humana para justificar y santificar sus errores. A Saramago le preocupa más los problemas del hombre, creados por el propio hombre y sostiene:

“Los problemas de Dios no me preocupan. Me preocupan los problemas de los hombres que se inventaron un dios que no hace más que darnos ratos malísimos. Quizás Dios exista (yo no lo creo), pero no tiene sentido que nos matemos en nombre de Dios”, nos dice en una entrevista publicada en el periódico español EL PAIS, en 1994.

Si bien el héroe, según la concepción griega, es un hombre divinizado que llega para restaurar el orden quebrantado por las fuerzas del mal, el héroe de Saramago, Caín, es un ser prodigioso muy humanizado que aparece para restaurar el gran error divino de crear una humanidad cruel, egoísta y desalmada, que es su propio reflejo, de allí que al final de la novela, no deja ninguna esperanza de sobrevivencia al exterminar a Noé y a toda su descendencia, obstruyendo el plan divino de una nueva humanidad postdiluviana y en un diálogo, utilizando el estilo directo libre, que es el que emplea el narrador, Saramago acota:

“Entonces la nueva humanidad que yo había anunciado, Hubo una, no habrá otra y nadie la echará de menos” (pg. 189).

Otra característica del héroe es que proviene de padres ilustres como el caso de Hércules, hijo de Júpiter y la reina Alcmena, si bien en el caso de Caín el lustre que le da el ser hijo de Adán y Eva, habitantes del Paraíso Terrenal, se ve opacado, ese prestigio, por su expulsión y la sentencia de ganarse el pan con el sudor de su frente. En el héroe clásico nos encontramos con un primitivo deseo de rebelión contra el padre, como se observa en el caso de Edipo y en el caso de Perseo, que al principio no quiere nada que provenga de su padre Zeus, como se ve reflejado en la película recién estrenada “Furia de Titanes”.

En el Caín de Saramago la rebelión es en contra del propio Padre Eterno, mediante un mecanismo de proyección que los héroes invierten al considerar psíquicamente que fue el padre el que quiso desprenderse del hijo. Esto se ve más gráficamente en el caso de Edipo. Y en el caso de Caín en el desprecio de Dios por sus ofrendas y a quien acusa de haber destruido su vida.

Otra característica que es necesario destacar consiste en “Las marcas del héroe” que lo auxilian y le sirven para salvar los obstáculos más inverosímiles, sin hacerlos totalmente invulnerables, como es el caso de Aquiles que está dotado de cualidades superiores a todos los demás guerreros, pero que tiene su débil talón que origina su muerte flechado por Paris; también tenemos como marcas la enorme fuerza de Hércules, la agudeza mental de Ulises y en el caso de Caín el don divino, rubricado en su frente, de no poder morir violentamente, ni siquiera el mismo Dios puede tocarlo. Cuando el héroe de Saramago le pide al Creador que lo mate recibe por respuesta:

“No puedo, la palabra de Dios no tiene vuelta atrás, morirás de muerte natural en la tierra abandonado y las aves de rapiña vendrán y te devorarán la carne” (pg. 189), pero esto ya no lo sentirá Caín pues estará inerte, como sí lo sintió en vida Prometeo, castigado por Zeus.

Todo héroe mítico pasa por varias etapas en su vida: Búsqueda, Iniciación y Sacrificio o inmolación como víctima propiciatoria.

La búsqueda la realiza Caín durante el transcurso de la novela. El héroe viaja en busca de su misión, de su destino ¿Cuál es la búsqueda y misión de Caín? Constatar la evolución histórica de la humanidad creada por Dios, y comprobar sus acciones erráticas, su falta de misericordia al ordenar el exterminio de ancianos, mujeres y niños en diferentes ocasiones, ya sea alentando una “guerra santa” de conquista territorial, poniendo a prueba a sus servidores o por causa de sus pecados. En el caso de Sodoma, prometió no accionar contra ella si se encontraba en ella algún justo o ser inocente, y ¿Acaso no había niños?, se pregunta Caín. Todo esto lo lleva a la conclusión de que Dios y la humanidad no valen la pena y no merecen una nueva oportunidad.

En cuanto a la etapa de la iniciación, la realiza Lilith, en el caso de Caín, la cual le enseña todos los secretos de alcoba que convierten al hijo de Adán en un experto en artes maritales las que hábilmente pone en práctica posteriormente con las hijas de Lot, con las nueras de Noé e incluso con la misma esposa del venerable capitán del arca que pretendía salvar a la humanidad, con todo y animales, por mandato del Señor, incluyendo el borrico que Caín metió de contrabando.

Lilith es el personaje estrella de Saramago, presentada por Isaías, en la Biblia, de la siguiente manera: “Y en sus palacios crecerán las zarzas, en sus fortalezas las ortigas y los cardos, y serán moradas de chacales y refugio de avestruces. Perros y gatos salvajes se reunirán allí, y se juntarán allí los sátiros. También allí Lilith descansará y hallará su lugar de reposo” (Isaías 34, 13). El lugar lo ubica Isaías en la tierra de Edom, habitada por los descendientes de Esaú, los edomitas o idumeos.

Según la tradición Lilith era una mujer muy bella y voluptuosa, tal como nos la presenta Saramago, seductora y lujosamente vestida:

“Lilith estaba sentada en un escaño de madera trabajada, llevaba un vestido que debía de valer un potosí, una prenda que exhibía sin ningún recato un escote que dejaba ver la primera curva de los senos y permitía adivinar el resto” (pg. 63)

Bellísima, abrigada por una serpiente, la pintó John Collier en 1982.

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Lilith, como personaje mítico ya está presente entre los antiguos sumerios y babilonios quienes la describen como un súcubo que envuelve con su lujuria a los hombre durante el sueño. Aparece en varias partes del Talmud y en la Cábala y está asociada con demonios y la rebeldía femenina. Según la tradición fue la primera esposa de Adán de quien huyó al negarse a ser sometida, alegando que fueron creados por Dios utilizando el mismo barro, aunque según otra versión fue creada antes que Adán, el día quinto, cuando Dios creó a todas las aves y Lilith está vinculada con la lechuza, que curiosamente los griegos asociaron con Palas Atenea, la Minerva de los romanos, diosa de la inteligencia, que no hemos empleado con sabiduría, dicho sea de paso. Al igual que la lechuza Lilith es una diosa nocturna asociada a la luna y representa nuestra naturaleza instintiva. Y cuando abandonó a su esposo Adán que le quiso imponer su férula machista, se fue volando en dirección al mar, que como sabemos es el símbolo del inconsciente y del origen de la vida.


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Durante la separación de Adán y Eva, que duró un centenar de años, Lilith volvió a juntarse con su ex marido, a quien según la tradición siempre atormentó durante el sueño e incluso a Eva, la hizo víctima de su poder y fue quien la persuadió para que saboreara el fruto prohibido del conocimiento del bien y el mal, tal como lo representa Miguel Ángel en la Capilla Sixtina.

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También se considera a nuestra famosa diablesa la esposa de Asmodeo, rey de los demonios, pero en la novela de Saramago, está casada con Noah, un pobre diablo estéril, cuyos únicos cuernos son los que le pone Lilith a su entero gusto.

Saramago con mucha picardía desmitifica una de las grandes cargas culturales de la tradición judaico-cristiana, el tabú hacia el sexo. Si los griegos -léase a Homero- consideraban los genitales como partes venerables o nobles, la tradición hebrea los considera partes inmundas o deshonestas, de ahí que Adán y Eva corren a cubrirse con hojas de parra, según la tradición, por pura vergüenza, la cual arrastramos todavía..

Saramago utiliza el humor, la ironía, la sátira para fustigar la actitud mojigata hacia el sexo, nos dice por ejemplo:

“Como de costumbre Adán y Eva dormían desnudos, uno al lado del otro, sin tocarse, imagen edificante aunque equívoca de la más perfecta de las inocencias”. (pg. 17)

Hay cierta coquetería y atrevimiento por parte de Eva cuando aprieta contra su seno la mano del querubín Azael, guardián del Paraíso, y si la cosa no pasó a más fue porque “… los ángeles, mientas lo sean, tienen, prohibido cualquier comercio carnal, solo los ángeles caídos son libres de juntarse con quienes quieran y con quienes lo quieran”. (pg. 28 y 29)

El encuentro de Caín con Lilith es todo un espectáculo, lleno de pasión y todo un camasutra, experiencia inolvidable para Caín quien obtiene su mayoría de edad, en un rito de pasaje donde se refuerza toda su virilidad, que magistralmente utilizará en el futuro como un verdadero Juan Tenorio que irrespeta el sagrado sacramento del matrimonio.

Saramago es muy descriptivo respecto a la iniciación erótica de nuestro héroe y la presentación de la avidez de su heroína:

“… la agitación irreprimible de los miembros, las contorsiones del cuerpo de ella o de su propio cuerpo, las posturas que la cópula, por si misma, solicitaba o imponía, hasta el apogeo de los orgasmos. No durmieron mucho en esa primera noche los dos amantes. Ni en la segunda, ni en la tercera, ni en todas las que siguieron, Lilith era insaciable…” (pg. 67)

En cuanto al último paso, el Sacrificio, para la calificación del héroe mítico, para convertirse en Víctima propiciatoria, es simbólica en Caín, pues no padece ninguna inmolación, más bien es sacrifica su propia descendencia, pues el hijo de Lilith ya no tendrá la oportunidad de continuar con su estirpe y es más bien Caín el victimario de toda la humanidad, condenándola al exterminio, sin chance de otra oportunidad como el Macondo de Cien Años de Soledad, una muestra del famosos pesimismo de Saramago, que está desencantado con una humanidad que no escarmienta ni le ha sacado provecho a las lecciones de la Historia y vuelve a tropezarse con la misma piedra. Saramago nos insta a cambiar nuestras circunstancias, pareciendo como si arara en el mar, ante una humanidad sorda, ciega e indiferente. Citando a Marx y Engels de La Sagrada Familia afirma “Si el hombre es formado por las circunstancias, entonces hay que formar las circunstancias humanamente”.

Hay que dejar constancia que Saramago se lleva bien con Dios, cuando se le hizo esta pregunta en una entrevista respondió: “Si, porque gracias a él he escrito esa obra de teatro (se refiere a In nomine Dei) y dos novelas La segunda vida de San Francisco de Asís y El Evangelio según Jesucristo. Sin Dios mi obra quedaría incompleta” y ahora nos regala su Caín, que ya está desatando grandes polémicas, condenas eclesiásticas y no pocos se estarán rasgando las vestiduras. Y Saramago continúa su inacabable discusión con Dios, emulando a su personaje, al final de la novela.

Saramago es un revolucionario, aunque no es partidario de una revolución violenta, sin embargo el mismo dice que la rebelión es alentada por el poder económico que manipula y controla al poder político. Y denuncia la cultura moderna del triunfador que nos inculcan desde pequeños y seguimos inculcando a nuestros hijos, el de ser los mejores, los más fuertes físicamente y materialmente, de ganar siempre.

Quiero concluir este ensayo dejándole la palabra al propio Saramago quien al ser entrevistado en España sostuvo:

“Sinceramente creo que hace falta una revolución, ¡Una revolución ética! Los medios de comunicación, empezando por la televisión y terminando por la radio transmiten el valor dominante ¿A quién pertenecen los medios? Lo peor de todo es que esto existe, porque ha existido siempre. Lo peor de todo es la apatía e indiferencia que de una forma absolutamente general el poder, en sus distintas manifestaciones y expresiones, ha conseguido llevar a la humanidad. O quizás no a toda la humanidad, sino a una parte de la misma, agobiada por la idea de tener que triunfar, de poseer dos o tres coches… y los demás que se fastidien”.

Esto nos lleva a una reflexión, ¿En qué parte de la humanidad estamos colocados? ¿Seguiremos fomentando el materialismo en el que estamos hundidos? Cada uno de nosotros de su propia respuesta.

Edición utilizada:

Saramago, José. CAÍN, Alfaguara, Santillana, México, 2009.

1 comentario:

scarlet violet dijo...

hola
me gusto mucho este articulo de lilith yo tambien tengo un blog!!de puras hadas y sirenas!!